por Jorge Enrique Martí,
poeta y periodista
La celebración en Pueblo Liebig de la semana de la Identidad y el Patrimonio, nos da pie para retomar e insistir alrededor del tema del desguace de la planta industrial, que tiene muy inquieto a su vecindario y a cuantos nos sentimos ligados al pasado y al presente de dicha localidad.
Nuestro compromiso periodístico consiste en vigilar de cerca la preocupante destrucción del establecimiento fabril para la venta de los materiales que pueden redituar fáciles ganancias, como ocurre con los metales. Varios sectores de la vieja fábrica ya han sido afectados o han desaparecido y si no se detiene a tiempo esa persistente demolición, poco o casi nada quedará como testimonio de una etapa histórica de Entre Ríos a lo largo de un siglo y medio.
Ya dijimos que el propietario de un bien mueble o inmueble lo asiste el derecho de disponer libremente del mismo, pero de acuerdo a las normas vigentes, que imponen entre otros deberes el pleno cumplimiento de la política impositiva nacional, provincial y municipal. Además, el derecho de propiedad está restringido por el legítimo interés de la comunidad de preservar y conservar los bienes de otros que constituyen la esencia, el fundamento de esta entidad del alma y del corazón que llamamos la entrerrianía y que en cada sitio tiene sus propios duendes que definen y simbolizan la identidad de sus pobladores y conforman el patrimonio físico y espiritual de la cultura popular.
Y vamos más lejos todavía, porque sostenemos que Pueblo Liebig es de todos, de quienes ya no están pero viven en el recuerdo y de quienes desde el presente tienen inquietudes y esperanza con dimensión de futuro.
Pueblo Liebig ya ha festejado los centenarios de entidades tan prestigiosas como el Club Atlético Liebig, la Biblioteca Popular Fábrica Colón y la Escuela n° 16 Hipólito Vieytes. Otras instituciones, como los clubes de golf y tenis, forman parte del patrimonio que funcionaba acorde con el trabajo de miles de personas, algunas llegadas de lejos, como los correntinos que alegraban con chmamé y sapucay los días de la Liebig y que nutriron las nacientes comunidades de El Brillante y Pueblo Colorado, todos ligados directa o indirectamente a la industria de la carne.
Lo cierto es que hay que detener con urgencia la maza destructora, para que Pueblo Liebig pueda conservar lo que le pertenece, porque lo hicieron sus hijos, los de ayer y los de hoy, los de siempre, para ello el pueblo desde estar unido.
* nota publicada en El Ombú, 31 de enero de 2009 - Colón.